A finales del siglo XIX, como parte de la revolución industrial, el desarrollo de los ferrocarriles en otros países significó la transformación de sus sociedades, al permitir el transporte de personas comunes y mercaderías a bajo costo y en forma regular y segura. Entonces, el país soñó con alinearse a ese desarrollo; sin embargo, salvo honrosas excepciones, se mantuvo al margen de esta revolución.
Con la expansión de los automóviles y aeroplanos, el anhelado avance de los ferrocarriles quedó completamente rezagado. Pero ahora, con la irrupción de trenes a gran velocidad, este sueño parece estar cobrando fuerza. La semana pasada, representantes de las gobernaciones de Chuquisaca, Potosí, La Paz y Oruro abordaron la posibilidad de construir un tren bala que atraviese el occidente nacional, incluso fijaron una primera reunión para tratar los detalles técnicos para el próximo miércoles.
Se trata de una excelente idea, pues este medio ofrece importantes ventajas en relación a las otras alternativas de locomoción, como el menor consumo de combustible por tonelada kilómetro transportada, menor impacto ambiental y la posibilidad de realizar transportes masivos de manera segura; virtudes especialmente importantes en nuestro país que adolece de continuos paros y bloqueos; externalidades que además de afectar directamente el bienestar de la población constituyen dos de los principales escollos para el desarrollo. En efecto, para ser productivo y eficiente, entre otros aspectos complementarios como el acceso a la tecnología y financiamiento, cualquier emprendimiento precisa mínimamente de una adecuada infraestructura y mercados seguros. Y una red ferroviaria por todo el territorio no sólo mejoraría las deficiencias estructurales que actualmente aumentan los costos y reducen la competitividad de las empresas nacionales, sino que además permitiría garantizar la provisión de productos nacionales dentro y fuera del país, aspecto fundamental para conservar y atraer nuevos mercados.
Su implementación podría servir incluso como una alternativa para armonizar el desarrollo con el medio ambiente. Por ejemplo, la construcción de un trazo ferroviario a través del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) permitiría controlar con mucha mayor efectividad el avance de la colonización y la destrucción de los bosques, en tanto su acceso estaría limitado a los trenes, evitando en este sentido tramos transversales, como bien temen los indígenas de construirse una carretera en el parque.
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